Ser tu propio jefe, se menciona como uno de los grandes beneficios de emprender un negocio. Imponer tus propias reglas y horarios, no tener que rendirle cuentas a nadie, y quedarte con el 100% del fruto de tu capacidad y esfuerzo, parecería ideal. Sin embargo, la realidad dista de ser todo color de rosas; y es que odiar a tu jefe, no es razón suficiente para lanzarte a emprender.
Un emprendedor es alguien dispuesto a cambiar un jefe al cual rendirle cuentas de 9 a 18hs, por múltiples jefes que requerirán de él, 24×7. Empezando por tus clientes, pero qué decir de tus proveedores, distribuidores, bancos y hasta tus propios empleados, si los hay. Las presiones que deberá enfrentar día a día el emprendedor, harán que sus tiempos de oficina soportando un jefe, parezcan un Spa.
Un cliente demanda del emprendedor, tal cual si fuera su jefe. Existen plazos de entrega, condiciones de calidad y pagos acordados por cumplimiento. Tiene la potestad de despedirnos y comprarle a otro, si no cumplimos con sus estándares o con sus demandas (no siempre justificadas). El cliente no siempre tiene la razón, pero para el emprendedor, perder un cliente importante es similar a que lo despidan de un empleo.
Lidiar con clientes y empleados conflictivos, viene en la descripción del cargo del emprendedor. Cuando uno arma su equipo de trabajo, se da cuenta que ser jefe de otros, representa un desafío bastante mayor a recibir órdenes de un supervisor. Los grandes emprendedores, suelen ser, grandes líderes.
Si renegabas del “full time”, bienvenido al “full life”. Al emprender, es difícil separar lo que es trabajo, del resto de tu vida personal. Cuando quieres acordarte, te encuentras trabajando en Navidad, mientras tu familia se fue de festejo, dejándote atrás en la computadora de tu escritorio. Poner en marcha y hacer crecer el emprendimiento, requiere de sacrificios personales que suelen traducirse en fines de semana, feriados y trasnochadas frecuentes.
Por fortuna, cuando te apasiona lo que haces, no lo sufres tanto a nivel individual. Esa pasión es el combustible interno necesario para realizar esfuerzos extraordinarios que abrumarían a cualquier otro mortal. Sin embargo, debes cuidar cuando tus seres queridos sufren tu abandono o falta de dedicación, ya que muchas veces pasan facturas muy caras de pagar. Lograr el equilibrio, no es fácil. Para un emprendedor, su proyecto es muchas veces, su vida, su bebé amado; sin embargo es sano y necesario preservar un espacio fuera del mismo. Debemos tener vida, fuera del emprendimiento.
Si te encuentras reflejado en ello y has llegado al límite, es imperativo que pares la pelota, levantes la cabeza y veas el bosque, detrás del árbol que tienes enfrente. ¿Cuál es el rumbo a donde los acontecimientos frenéticos del día a día, te están llevando? Nunca es tarde para dar un golpe de timón y corregir el rumbo.
Definimos a los emprendedores como verdaderos malabaristas chinos. Son aquellos que ponen a girar platos en el aire, sostenidos únicamente por delgadas varillas que ellos sacuden, de vez en cuando, para que el plato no deje de girar, ya que su falta de impulso los haría caer. Cuántos platos puede poner a girar el malabarista sin que ninguno pierda impulso y caiga, está en la habilidad y la sabiduría del malabarista.
La sabiduría de decir “NO” y de parar de elevar más platos de los que un emprendedor puede mantener en el aire. A veces sucede muy tarde, y se traspasa ese límite, siendo probable que algún plato que habías puesto a girar en el aire, se te rompa en la cabeza. De ser el caso, pide disculpas a los involucrados, acepta las pérdidas, y reencamina tu curso.
Siempre le digo a los emprendedores que asesoro o capacito, de que el recurso más escaso del emprendedor no es el dinero (si bien nunca sobra) sino que son su tiempo y su energía. Difícilmente puedan estoquearse de ellos; puedan conseguir más horas de las que un día le proporciona salomónicamente a cada mortal, ni encuentren al tiempo y a la energía reflejadas en un balance contable o en un flujo de fondos. Administrar el tiempo y la energía, es una actividad y una habilidad clave del emprendedor exitoso.
En el emprendimiento no hay tarjetas o dedos que marcar, relojes que campaneen, planillas de horas semanales que rendir, ni evaluaciones anuales a las que someterse para saber si logramos ese tan deseado aumento o promoción. Pero tampoco hay horarios definidos, licencias de 20 días, feriados en rojo, ni depósitos que nos esperen a fin de cada mes en los cajeros automáticos.
Que no se confunda, soy un gran promotor del emprendimiento como opción laboral, profesional y de vida, ya que existen incontables satisfacciones de largarte a emprender. Sin embargo, me gusta contar toda la verdad, o por lo menos la que yo percibo a través de mi experiencia. Si solamente buscas ser tu propio jefe, pregúntate antes, ¿jefe de quién?