Una de las características que definen al emprendedor es el autoconocimiento que posee de sí mismo, y dónde radican sus fortalezas y debilidades. En base a esa conciencia de sus atributos personales tanto positivos como limitantes, actuará para apalancarse en los primeros e intentar mitigar los últimos. En este artículo, analizaremos la importancia de las fortalezas como pilares fundamentales sobre las cuales emprender exitosamente.
¿A qué nos referimos con fortalezas y cómo saber cuáles tengo? Un primer acercamiento consiste en realizar una simple introspección de aquellos talentos, cualidades y habilidades naturales que la vida nos ha regalado al nacer. Todo ser humano nace con ciertos dones y es mejor, en algunas cosas, que la mayoría de quienes le rodean. Ya de chico y sin demasiada instrucción, puede notarse aquellos niños que destacan dibujando, o son buenos atletas, buenos comunicadores, buenos construyendo cosas, buenos pensadores, o gustan especialmente de la naturaleza, entre otras habilidades.
Cuando era niño, se realizaban en la escuela los tests de inteligencia que buscaban medir el llamado cociente intelectual (IQ). Básicamente refería a la relación entre la edad mental y la edad biológica, para lo cual se probaba la capacidad de análisis lógico-matemática ya que se pensaba, era el mejor indicador de inteligencia de una persona; el saber razonar y resolver problemas. Si este cociente daba 100, se consideraba normal; y si daba por encima o por debajo, clasificaba a la persona como más o menos inteligente, respectivamente.
Tiempo después (año 1983) Howard Gardner desarrolla la teoría de las inteligencias múltiples, quitándole relevancia a la brillantez académica, e identificando 8 inteligencias distintas y semi-independientes. ¿Cuántas veces nos encontramos que personas que eran brillantes en la escuela, pero fracasaron rotundamente en el ámbito personal; y también aquellos “vagos” que se llevaban las materias a examen, pero triunfaron en los negocios y son prósperos económicamente?
Otro test que recuerdo se hacía ya en el liceo, era el test de orientación vocacional. Éste buscaba identificar para qué éramos buenos, y así poder recomendarnos posibles carreras que requerían de esas habilidades.
Un emprendedor sabe reconocer sus cualidades sobresalientes y para qué tiene facilidad natural. Por otro lado, el buen emprendedor no solo las reconoce, sino que las desarrolla y mejora hasta convertirlas en un arte. Nadie duda que Michael Jordan nació con cualidades naturales para el básquetbol. Sin embargo lo que hizo que se convirtiera en, tal vez el mayor jugador de la historia de la NBA, fue su determinación y trabajo arduo en aprovechar sus dones y desarrollarlos hasta la perfección. Se cuenta que cuando terminaban las prácticas y todos retornaban a los vestuarios, él se quedaba horas practicando hundidas y tiros de 3 puntos.
Si ayudamos a la naturaleza y trabajamos en desarrollar nuestros talentos innatos hasta el punto de convertirnos en realmente buenos, y por qué no en los mejores, ganaremos valor en lo personal y profesional, lo cual será un activo importante a la hora de emprender.
Otro acercamiento en cuanto a las fortalezas del emprendedor, lo conforman los conocimientos que éste posea, en el campo del saber y del “saber hacer”. Comprende todo aquello que el emprendedor fuera aprendiendo desde la academia, desde el auto-estudio (hoy Universidad de Google o Youtube) y tal vez lo más importante, desde la experiencia (conocimientos prácticos). En base a esto último, varios programas de desarrollo emprendedor enseñan a los participantes bajo una metodología del “aprender haciendo”. Para ello, se somete a los participantes a que, durante un plazo determinado, deban crear desde cero, un emprendimiento que involucre la producción, venta y administración del negocio.
Ese ejercicio vivencial de enfrentarse a los desafíos de emprender, suele ser la manera más enriquecedora y efectiva para adquirir conocimientos prácticos que luego podrá aplicar a cualquier otro negocio en el futuro.
Los valores y actitudes del emprendedor, tanto en cuanto sean positivos, también constituyen una fortaleza fundamental del emprendedor. Sin una actitud positiva, proactiva y perseverante, suelen desperdiciarse muchos talentos innatos de las personas. Es ahí cuando se escucha el dicho “Dios da pan a quien no tiene dientes”. Cuando falta valoración de los talentos personales, y actitud para desarrollarlos y aprovecharlos.
Por último, pero no menos importante, también constituyen fortalezas, los recursos que el emprendedor tiene a disposición. En cuanto a recursos, me refiero no solamente a recursos materiales (máquinas, establecimientos, vehículos, etc), ni financieros (ahorros en dinero o capacidad de endeudamiento), sino también a su propia capacidad de trabajo respaldada por su salud personal (recurso muchas veces olvidado, pero fundamental), y a los contactos y relaciones con los que cuenta. Las conexiones personales y relaciones del emprendedor, resultan fundamentales en las etapas tempranas del emprendimiento, por lo cual la actividad de networking (trabajar en desarrollar y construir redes de relaciones) debe ser una actividad clave de todo emprendedor. ¿Cuáles son tus fortalezas sobre las cuales basarás tu emprendimiento?