Uno de los pasajes bíblicos que más ha influido en mí, es la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30). Las gracias y los dones que todos hemos recibido en la vida (algunos más, otros menos), son para utilizarlos para bien, desarrollarlos y multiplicarlos. Desde la salud, que la mayoría de las veces damos por sentada y no cuidamos lo suficiente, hasta la educación, los afectos y las habilidades natas que nos destacan por sobre quienes nos rodean. No explotar ni desarrollar los talentos recibidos, es vivir una vida de espectador.
En la vida puedes adoptar una actitud de espectador o una actitud de protagonista. Ser espectador significa conformarse, ver cómo los demás obtienen las grandes recompensas de la vida, o peor aún, quejarse de la situación desventajosa, pero sin hacer nada para cambiarlo.
Por otro lado, ser protagonista significa tomar acción encausada, utilizando toda tu capacidad y tus recursos, para perseguir tus sueños y alcanzar los objetivos concretos que te propongas. No digo que sea sencillo alcanzar tus sueños; seguramente no sea de un día a otro, ni siquiera de un año a otro (solo en las películas), pero seguro avanzaremos tomando acción inmediata (por más pequeña que parezca) y hacerlo de manera constante.
Si realizas todos los días un pequeño avance, hasta la roca más dura cederá al goteo persistente sobre la misma. Hazte responsable de tu vida y deja de quejarte del entorno, o de los demás. Tú tienes el poder de cambiar tu realidad y la realidad que te rodea, y eso implica un cambio personal. Ya lo decía Platón, “la primera y más grande victoria, es la conquista de uno mismo”.
Empezar por uno mismo implica cambiar tus paradigmas, a veces tus sistemas de creencias que imponen limitaciones mentales y dan forma a tus actitudes. Ford decía “tanto si crees que puedes, como si no, tienes razón”. Trabaja en desarrollar una nueva actitud donde prime una visión positiva, la proactividad, la automotivación para lograr que poseas un “locus de control interno” (creer que tú eres el artífice de tu propio destino). Ello te impulsará a adquirir nuevas habilidades y nuevos conocimientos.
El protagonista suele destacarse de los demás. No se confía en la suerte ni en la casualidad, sino que busca crear su propia suerte a lo cual lo lleva a equivocarse más veces que los espectadores. Pero es de fracaso en fracaso, que termina teniendo éxito.
Escribe tus objetivos y tenlos siempre presentes. Objetivos que sean específicos, medibles, ambiciosos pero alcanzables. Enfoca tu tiempo y energía y no persigas más de 2 ó 3 objetivos por área: salud, afectos, negocios, y crecimiento personal.
Para ser protagonista, debes saber adónde quieres llegar en la vida. Una vida a la deriva, donde nos dejemos “sorprender” al lugar donde las olas de los acontecimientos nos arrastren, es una vida vivida como espectador. Es quedarse en la zona de confort, dejando pasar las oportunidades que se presentan y que no tomamos, obteniendo nada más que logros mediocres.
A lo largo de la vida recibimos señales, en forma de diferentes caminos a elegir, a través del libre albedrío. Hay caminos más fáciles y cortos, y otros menos trillados y largos. Qué camino elegimos, estará influenciado por nuestra percepción del riesgo vs. recompensa, como también por la comodidad que nos hace sentir tomar uno, u otro. Por lo general, las grandes recompensas se nos presentan disfrazadas de esfuerzo y trabajo, al final de los caminos menos trillados.
La felicidad aumenta casi de inmediato al ponernos en movimiento y sentir que se avanza en la consecución de nuestros objetivos. Para ello hay que proponerse pequeñas victorias que puedas festejar y recompensar.
Si estás en condiciones de leer esta nota, tienes todas las herramientas que necesitas para ser protagonista de la vida que siempre soñaste. Deja de ahogarte en un vaso de agua y enfócate en lo que está a tu alcance resolver.
La vida pasa, y no espera por nada ni por nadie. Deja de perder tiempo mirando la televisión, y toma el rol protagónico en la serie de la vida. No llegues un día a preguntarte “qué habría pasado si lo hubieses intentado”. Haz que tu vida valga la pena; no entierres tus talentos como el siervo perezoso de la parábola del Evangelio. Busquen cualquier emprendedor, y verán a un protagonista.