Ejecución, ejecución, ejecución. No, no es una proclama política a favor de la pena capital para los delincuentes, sino la acción clave que hace que un emprendimiento se convierta en exitoso. Y es que uno no emprende hasta que se pone en marcha para ver su idea convertida en una realidad de mercado.
Tener una idea no es suficiente para llamarse Emprendedor. Todos somos soñadores diurnos. La diferencia entre un soñador y un emprendedor, es la ejecución que este último realiza, día a día, para ver su sueño hecho realidad.
Se dice que las ideas valen diez centavos la docena; mientras que la capacidad para ejecutarlas vale millones. Por eso una excelente idea mal ejecutada, seguramente sea un fracaso estrepitoso; mientras que una idea mediocre pero excelentemente ejecutada, probablemente se convierta en un éxito rotundo.
Hace años tuve un buen jefe que, ante mi gran esmero por los detalles, me decía: “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Mucho tiempo después, escuché el concepto de tomar “acción inmediata imperfecta”. No esperemos a que todo esté perfecto para lanzar un producto, o tener información completa para decidirnos a actuar.
En mi trabajo apoyando a emprendedores, he escuchado muchas excusas para no tomar acción: “no tengo información”, “no sé hacerlo”, “no tengo tiempo o los recursos necesarios”, “todavía no terminé el modelo o plan de negocios”. Cualquiera de ellas, trae consigo la respuesta que, estos aspirantes a emprendedores (“wannapreneurs”), no quisieron ver. La realidad es que ejecutar implica esfuerzo, salir de la zona de confort y enfrentarnos al rechazo y a que muchos nos digan que no.
No te quejes; haz cosas, muévete para solucionar lo que es solucionable: busca información; pregúntale a la gente; aprende o consigue un socio que sepa; consigue los recursos o sé creativo para maximizar los disponibles; busca un tutor que te ayude a aterrizar tu idea en un modelo o plan de negocios. Lo que no esté a tu alcance, tómalo como dato de la realidad y dedica todos tus esfuerzos a lo que sí esté a tu alcance solucionar.
La suerte ayuda a los que hacen, no a los que piensan hacer. Habla en tiempo presente. El futuro no existe (hay que construirlo), y el pasado es historia. No te lamentes por cosas que pudieron haber sido, si hubieses actuado de determinada manera. Puede que el mejor momento para lanzarnos a emprender, haya sido hace 10 años, pero el segundo mejor momento es ahora. Nunca es tarde para redimirnos; nunca es tarde para empezar a emprender.
Probablemente la peor frustración que una persona pueda sentir, no proviene de haber fracasado en sus intentos, sino de nunca haberlo intentado. El miedo al fracaso debería empalidecer frente al sentimiento de lo que pudo haber sido, si lo hubieses intentado.
Cuántas veces escuchamos de otros, al ver un producto o emprendimiento convertirse en exitoso, que a ellos se les había ocurrido lo mismo hace tiempo. ¿Cuántos “Facebooks” existieron en la mente de soñadores, antes que Marc Zuckerberg lo hiciera realidad? No dudo que así fuera, pero del dicho al hecho, hay un largo trecho, así como lo hay de la idea al negocio.
Un camino de mil pasos, empieza con el primero. ¿Qué estás haciendo hoy para lograr tus metas? ¿Cuál es tu objetivo principal? Obsesiónate por alcanzarlo. La diferencia entre preocuparse y ocuparse, no son solamente 3 letras, sino una actitud diferente de afrontar la vida. Y de eso se trata emprender. No seas tibio en tus intentos; trázate un pequeño plan y realiza las acciones necesarias para alcanzar tus sueños.
En la concepción tradicional de gestión de negocios, se piensa que la Dirección está encargada del análisis estratégico, mientras que la plana operativa se encarga de la ejecución de la estrategia. Sin embargo, la ejecución involucra tanto estrategia como operativa, y los directivos y líderes de la organización son los responsables directos de crear una cultura de ejecución, en todos los niveles.
Ejecutar no es un evento aislado. Tampoco es hacer cosas a lo loco. Ejecutar no significa estar siempre ocupado realizando tareas. Debemos plantearnos las preguntas adecuadas para privilegiar lo importante, de lo trivial.
Ejecutar es un hábito; es un valor dentro de la cultura del emprendedor; es hacer que las cosas sucedan tanto por la acción conciente y premeditada de uno, como por la división de roles, el empoderamiento y liderazgo de otros, en el equipo. Para ello, debe haber una visión clara y compartida, y conocer cómo cada acción, por más insignificante que parezca, contribuye al logro de la misma.
Focalízate en no más de 3 objetivos. Recuerda que los recursos más escasos del emprendedor son el tiempo y la energía. Para ello, es necesario determinar cuáles son las prioridades personales y del negocio. La ejecución no es privativa de los fundadores, sino de todos los involucrados en el emprendimiento. Por lo tanto, se necesita de un liderazgo del ejemplo, que abone una cultura de la ejecución.
Para que haya una cultura de ejecución, debe haber un sistema de recompensas adecuado y que no se penalice el fracaso. Hay que asumir riesgos al ejecutar; riesgo a equivocarnos y a fracasar. Si no se acepta el fracaso como posible resultado y, peor aún, se lo penaliza, pocos se animarán a tomar decisiones y ejecutar acciones que puedan hacer la diferencia frente a la competencia.
La ejecución comprende también a la planificación, ya que la planificación no es sentarse en un escritorio a pensar y escribir. Para planificar hay que buscar información, hay que validar hipótesis fuera de la oficina y enfrentar a potenciales clientes, hay que consultar a expertos, hay que reunirse y negociar con posibles proveedores y distribuidores.
Por último, la ejecución también implica establecer indicadores clave de desempeño. ¿Cómo saber si estamos ejecutando bien y avanzamos hacia la consecución de nuestras metas? Esos indicadores hay que revisarlos periódicamente y determinar a qué se deben las desviaciones de la realidad, frente a lo planificado.
Si eres emprendedor y quieres tener éxito, conviértete en fanático de estas 3 acciones: ejecución, ejecución, ejecución.