¿Cuántas veces has fracasado en el pasado?, es la pregunta que suelen realizar potenciales inversores a un emprendedor. Según un estudio de la Universidad de Harvard y, a diferencia de lo que muchos piensan (incluso renombrados inversores de Silicon Valley), los emprendedores que fracasan no tienen mayores probabilidades de tener éxito en un futuro emprendimiento, comparados con aquellos otros que emprenden por primera vez. En otras palabras, los emprendedores que fracasan no se convierten en mejores emprendedores (ni en peores).
Por otro lado, el mismo estudio demuestra que aquellos emprendedores que tuvieron éxito en el pasado, sí tienen mayores probabilidades de tener éxito en el siguiente proyecto. Por lo tanto, un emprendimiento fallido seguramente (eso espero) te enseñará qué no hacer, pero no te enseña qué sí hacer para tener éxito en el futuro, a diferencia de aquellos emprendedores que lo alcanzaran en el pasado y que decodificaron cómo hacerlo.
Sin embargo, los fracasos templan el espíritu, en la medida que no permitas que la frustración te envuelva. Está de moda hablar de resiliencia, que refiere a la capacidad de afrontar, sobreponerse y superar situaciones adversas. Los americanos lo llaman el “bounce back factor”, o factor de rebote y recuperación.
¿Por qué fracasan los emprendedores? El “pareto” lo comprenden 3 causas principales: mercado, equipo y ejecución. No hay un mercado dispuesto a comprar la “genialidad” ofrecida como producto, o si lo hay, la incapacidad está en venderlo; nula o mala conformación de un equipo emprendedor, lo que lleva a problemas entre los socios; y mala ejecución durante el proceso que se traduce en resultados pobres. Algunos agregarían la falta de liquidez, pero por lo general suele ser consecuencia, y no causa, de las 3 anteriores.
Si terminas el año con un emprendimiento fallido, ¿cómo recuperarte y comenzar nuevamente, de cara al año que comienza? Ojalá te sirvan algunos consejos de mi experiencia personal, y de lo que he observado también, en emprendedores cercanos:
- Minimiza las pérdidas: si el Titanic todavía no se hundió completamente pero sientes que ya está perdido, trata de salvar lo más que puedas, decidiendo y actuando rápido y con firmeza.
- Haz tu luto, pero entiérralo pronto: de nada sirve lamentarte eternamente por lo que pudo haber sido, echando la culpa a los demás o a las circunstancias.
- Realiza un balance: si no logras extraer algo positivo de la experiencia, en forma de aprendizaje, tal vez te convenga retornar a las 8hs.
- Recupera tu autoestima: no pierdas la pasión por lo que realmente amas hacer, ya que es el combustible que te motivará (léase, moverá) a levantarte cada mañana con ánimo para demostrarte (primero siempre a ti, luego al resto del mundo) de que puedes triunfar, disfrutando y siendo feliz, a lo largo del camino.
- Monta nuevamente: en la medida que encuentres una nueva oportunidad en el mercado, emprende de nuevo; pero esta vez: mejor acompañado, con menos recursos y más rápidamente para que descubras pronto si tu concepto vende o no vende.
Un fracaso es algo que no anduvo, mientras un fracasado es quien deja de intentarlo. Las nuevas metodologías promueven el “try fast, fail fast, fail cheap, and repeat” (prueba rápido, fracasa rápido y barato, e intenta de nuevo). Muchos pequeños fracasos son mucho más beneficiosos que un gran fracaso. Ello te inmuniza, reduce el riesgo y, al igual que a Edison, te acercan a la luz.